Las apariencias engañan (El camello y los palos flotantes)

Mar
El
primer hombre que vio un camello huyó;
el segundo se acercó pero
mantuvo la distancia; el tercero se atrevió a ponerle un ronzal por el cuello. 



La
costumbre en nuestra existencia hace dóciles a todas las cosas, pues lo que
podía parecer terrible o extraño, una vez que nuestros ojos han tenido tiempo
de aclimatarse, se convierte en algo bastante normal. 



Desde que descubrí esta
cuestión, he oído de centinelas apostados cerca de la orilla que, al avistar
algo en el agua a lo lejos, no pudieron resistir gritar: “ ¡Una vela! ¡Una
vela! ¡Un guerrero poderoso!”. 



Cinco minutos después es un pequeño bote, luego
un esquife, después un fardo y finalmente unos palos flotando. Conozco a muchos
a los que se puede aplicar este relato- personas a quienes la distancia
magnifica, pero de cerca no son demasiado.
JEAN
DE LA FONTAINE

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